Reseña de ‘El juego de Ender’ en El Ninho Naranja

De la novela El juego de Ender ya hablé en mi blog hace unos años. Sin embargo, ya que se estrenó recientemente la adaptación a la gran pantalla pensé que era una buena ocasión para revisitar el libro y ofrecer una nueva reseña. Así que los chicos de El Ninho Naranja ya tienen reseña nueva en su colección. Y yo, excusa para actualizar por aquí. Ya saben, pinchan en la imagen y leen la reseña completa.

El juego de Ender

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Feministas contra el final de Breaking Bad

NOTA: este artículo habla sobre el final de la serie Breaking Bad. Si aún estás viendo la serie y no quieres que te arruine la sorpresa, guarda esta página en tus favoritos o en el servicio que uses para almacenar tus lecturas pendientes, y vuelve cuando hayas terminado la serie.

Hace ya unos meses que terminó la serie Breaking Bad, cuyo final entusiasmó a todos sus seguidores. Por entonces, yo iba por la tercera temporada, así que en esos días tenía más miedo de Twitter y Facebook que de una vara verde por si alguien me destripaba cómo terminaba todo aquello. En términos generales lo conseguí, salvo por un detalle. Alguien a quien sigo en Twitter enlazó un artículo de la revista Wired titulado Die Like a Man: The Toxic Masculinity of Breaking Bad (Muere como un hombre: la masculinidad tóxica de Breaking Bad). Por supuesto, no pinché el enlace, pero al haberse compartido automáticamente, el tuit en cuestión se reducía al título del post. Así que ya me imaginaba por dónde iban los tiros, nunca mejor dicho: no sólo anticipaba la muerte de Walter White, algo que tampoco era una gran sorpresa, sino que daba pistas sobre la forma en que lo haría. Gracias por el spoiler.

El artículo lo convierte todo en una cuestión de género, hasta tal punto que desvirtúa la esencia de la historia. Para la autora el subtexto consiste en la transformación de Walter de un pussy (marica, en el sentido de “poco hombre”) a un verdadero hombre. Porque todo se trata de eso: de conseguir dinero, que equivale a poder, que representa masculinidad. Aunque lo menciona, la autora ignora el verdadero arco de la historia: la transformación de Walter en Heissenberg, o en un Scarface. Es la historia de un hombre bienintencionado que acaba obcecado por conseguir sus metas, unas metas que a veces ni él mismo tiene claro cuáles son.

El análisis también obvia el desencadenante de la serie: el cáncer. La decisión de Walter no está motivada por el machismo de sustentar a la familia. Lo que no quiere es que su tratamiento la arruine, y si es posible, poder dejarles algo de herencia, aunque sea mediante actos poco lícitos (recordemos que al comenzar, Walt sólo quiere vender la metanfetamina suficiente para pagar el tratamiento y saldar deudas).

La vida de Walt al comienzo de la serie, argumenta la autora, es satisfactoria en muchos sentidos: es una persona brillante (su investigación contribuyó en un proyecto que ganó un Nobel), es profesor, y tiene el cariño de su familia. ¿En serio es satisfactoria? Nada que objetar al triunfo de tener una familia bien avenida, eso es magnífico. Pero ser profesor no tiene por qué se satisfactorio, sobre todo si se es profesor de instituto y se intenta dar nociones de química a adolescentes que no tienen el más mínimo interés. No se trata de frustración por no tener (mucho) dinero, y por tanto ser “poco hombre”. Cuando a una persona le apasiona su campo, es frustrante no poder dedicarse a él. Sí, la investigación en EE.UU. está muy bien pagada. Pero Walter, en España, también estaría frustrado si no pudiese investigar aunque a nuestro gobierno le importen bien poco los investigadores. La frustración de Walt viene de tener un cuñado que se cree el rey del mambo por llevar placa (gane más o menos dinero) y que piensa que por detener a cuatro camellos eso le convierte en un Einstein. También hay frustración en ver cómo se recompensa a los que menos lo merecen.

En el último capítulo, Walt le confiesa a Skyler el verdadero motivo de sus acciones. Lo hizo por él mismo. Porque más allá del poder y el dinero, tenía el orgullo de fabricar el mejor producto. Era el mejor en algo. Es algo egoista y hasta prepotente, pero no machista.

Hay puntos de vista interesantes en el artículo, como el uso del lenguaje y las connotaciones de bitch (zorra) y pussy al usarse como insultos hacia un hombre o una mujer. O el mantra que Walt toma de Gus Fring: a man provides (un hombre provee), que en efecto sí puede considerarse machista. Y ahí la gracia está en que en la serie hay personajes “buenos y malos” y en considerar qué significa que el protagonista adopte la filosifía de un antagonista. Pero no todo tiene que ser una cuestión de género. No se puede reprochar el machismo del cártel mexicano de la droga por imponer la ley del más fuerte. No se puede reprochar que personajes de clase media-baja de una ciudad como Albuquerque (Nuevo México, en la América profunda) tengan unos valores conservadores en lo tocante en estas cuestiones.

El viaje de Walter White es el de una persona desesperada que por intentar ayudar a su familia se embarca en un mundo que le viene grande. La relación con su compañero está llena de tiranteces. Temporada a temporada, Walt se ve obligado a seguir adelante por uno un otro motivo, y sólo al final la cuestión se reduce al poder por el poder. Los espectadores le hemos acompañado episodio tras episodio, y sí, nos hemos identificado con él a pesar de lo cuestionable de sus acciones. Los personajes oscuros atraen.

Breaking Bad es una gran serie que merece la pena ver, dejarse llevar por la situación y tras cada capítulo o temporada reflexionar sobre ella, incluyendo cuestiones de género. Lo que no merece la pena es poner toda la serie bajo la misma lupa.