Lo que hay de cierto en «El Mentalista»

Con la 6ª temporada ya en antena en Estados Unidos, a todos os debe sonar la serie El Mentalista. En síntesis, es una serie de “resolver el misterio”, en la que el CBI (la división californiana del FBI, aquí traducida como “brigada criminal”) cuenta con la ayuda de un mentalista y sus sorprendentes habilidades, que no poderes. Son capítulos autoconclusivos, aunque existe una trama de fondo, la búsqueda de un asesino, por lo que conviene seguirla en orden.

El protagonista de la serie había sido un mentalista bastante mediático, y es el primero en admitir que todo se trata de un fraude. El elemento sobrenatural, por tanto, está descartado. Se trata de un personaje con increíbles dotes deductivas, al igual que ocurre con otras series como House, Psych, Miénteme (Lie to me) o la reciente reimaginación de Sherlock Holmes, Sherlock.

Curiosamente, podemos considerar a Sherlock Holmes como uno de los primeros mentalistas, a pesar de no se trataba de ningún médium ni nada por el estilo… y de que estamos hablando de un personaje de ficción. Sin embargo, Sherlock Holmes tenía la capacidad de decudir comportamientos, rasgos de personalidad y ciertos hechos simplemente observando la escena del crimen y a los sujetos involucrados. La diferencia entre Holmes y el común de los mortales, era que lograba recoger información del más mínimo detalle, algo que sucede en las series que he mencionado antes. De hecho, el apellido House es una variante de Holmes, y su amigo Wilson viene a ser el Dr. Watson.

En el caso de El Mentalista, más allá de la dramatización necesaria para que la serie funcione, el personaje de Patrick Jane menciona algunas técnicas reales utilizadas en psicología. Porque al fin y al cabo el mentalismo tiene mucho de psicología, y el resto es teatralidad.

Una técnica que se menciona con cierta frecuencia es el palacio de la memoria. Se trata de un recurso nemotécnico que le permite a Patrick Jane memorizar cualquier cosa que necesite. El resultado es que Jane parece tener una memoria prodigiosa, más allá de las capacidades humanas. Como describe en la serie, el palacio (o los palacios) de la memoria consiste en asociar los recuerdos que se desean conservar con un espacio físico ya existente que se conozca muy bien (las habitaciones de una casa, un lugar de trabajo…) e ir creando pequeñas historias que involucren lo que se quiere recordar. De este modo, se pueden recuperar esos recuerdos fácilmente con sólo recorrer mentalmente ese sitio. En realidad para esta técnica no es necesario un entorno que ya exista, sino que pueden inventarse habitaciones y «amueblarlas» mentalmente. A pesar de que es un método antiguo y en opinión de algunos obsoleto o menos eficaz que sistemas más modernos, su aura encaja muy bien con el personaje.

Otra técnica es la lectura en frío. Jane se refiere a ella en el episodio 100 (el especial que cuenta el origen de su colaboración con el CBI) y no suele mencionarla mucho más, pero es la que utiliza continuamente. La lectura en frío es en realidad una combinación de varias técnicas de observación que permiten extraer mucha información de la otra persona (p.ej., un sospechoso), de forma que parece que le haya leído la mente. Las técnicas son muchas y variadas, pero en general consisten en averiguar determinados detalles a través de lo que transmite el sujeto con su lenguaje corporal, sus gestos, forma de vestir, sus rasgos faciales (análisis fisiognómico) etc. A partir de ahí se pasaría a una lectura en caliente, basándose en las reacciones de la persona al interactuar con ella (asombro, perplejidad, enfado, etc.).

En la serie las deducciones del protagonista son muy certeras. Los adivinos de la tele no son tan precisos como parece. Pensemos por ejemplo en el caso de Anne Germain. Se realizan afirmaciones genéricas y ambiguas pero que el sujeto reconoce como no sólo como verdaderas sino que cree que le ha descrito con exactitud. Pero en realidad, todo ha sido fruto de la memoria selectiva del sujeto (nos quedamos con lo que queremos escuchar), del efecto Forer, y de algún que otro engaño añadido (investigación previa de los clientes y demás).

Así que en resumen, El Mentalista es una serie de ficción y como exagera las situaciaciones. Sin embargo, la construcción del personaje tiene cierta base real. No es necesario que su creador, Bruno Heller, sea un gran conocedor del mundillo. Un poco de búsqueda en Google y algo de documentación pueden haber bastado para incluir estas técnicas con cierta verosimilitud. Independientemente de si se puede llegar al nivel de “clarividencia” de Patrick Jane en la vida real, lo cierto es que sus guionistas consiguen una serie de lo más entretenida.

Un pensamiento en “Lo que hay de cierto en «El Mentalista»

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